Es
complicado, muy complicado, empezar un blog. Pensé en hacerlo cuando pasaron
mil y una cosas importantes, pero no lo hice.
La
muerte de mi padre y su vida me rondan. Voy a ser honesto: me siento triste. Él
cumplía años por estos dias. Siempre me preocupé por su cumpleaños. Era una
fecha que no podia dejar pasar y parece que el cerebro me juega la broma de
avisarme de que es agosto, de que es el cumple de mi papá. Cuando era niño él
siempre llegaba en su cumple a verme. Me invitaba a comer al Vip´s o a
Samborns; terminábamos la noche en la vaca negra, comiendo hamburguesas y
malteada de fresa; a veces pizza o comida árabe en el Amigo Miguel; en los años
duros que nos tocó pasar, era ver películas y tomar coca; ya adulto yo, era
hablar, hablar de lo que fuera: libros, películas, música... algún churro y coca, mucha coca.
Durante
estos dos años y fichas de su partida he visto a mucha gente decir que era un
gran escritor; decir lo gran maestro que fue, o es; hablar de su labor
intelectual; de cómo le cambió la vida a
tal o cual persona. Y me quedé callado la mayoría de las veces. Tal vez por que
no terminaba de entender, de asimilar (o
como lo quieran llamar) el hecho de que perdí a mi mejor amigo.
Sí,
amigo, con esas palabras. Como papá era algo así como malo tirándole a falto.
Nunca me regañó, nunca revisó las tareas, nunca fue a una junta de la escuela y
mucho menos a un partido de fútbol. Y eso que era el portero de la primaria, y
puedo decir que un buen portero.
Cuando
me metí a tae kwon do, él se emocionó y con creces. Fueron meses de
hablar de patadas y de cómo pelear. Él hablaba, yo escuchaba. El tae kwon do
era su arte marcial, era lo que él entrenó en su juventud, casi niñez. Y yo,
como buen preadolescente, decidí que tenía que terminar ese suplicio. Así que
hice lo que cualquier hijo que se respete tiene que hacer. Me cambié a Karate
Do Shoto Kan. Ahí cambiaron muchas cosas. Me intentó convencer más de
una vez de que regresara al tae. Pero fue a mi primer competencia
de karate, la que perdí. Me sonrió y me dijo que era normal. Y me
explicó el porqué de las cosas. Fue la única vez que me acompañó a una
competencia. Yo le decía que competía y él me deseaba suerte. Él se quedó con
el primer trofeo que gané, y con la primera medalla. Y fueron horas y horas de
hablar de artes marciales. Fue divertido.
Después
de esa época se fue a vivir a Acapulco para trabajar en un periodico: “El Sur”. Yo no sabía, o no entendía, la clase de problemas
emocionales por los que estaba pasando en esa época. Pero yo era adolescente y
bien metido en la adolescencia. Así que
la agarré con odio al principio, con coraje a la mitad, y al final de la
adolescencia como algo que tenía que ser así. Claro... eso después de que me
rompieran y de romper varias narices. Y él decidió regresar de Acapulco y, como
siempre, vino a buscarme.
Hablamos
mucho esos dias. Negociamos mucho. Y terminamos en un acuerdo: yo no necesitaba
un padre. Las cosas que enseña un papá las había aprendido a mansalva en la
calle o con otras personas. Para lo que tenía espacio era para amigos.
Así que decidió ser mi amigo.
En
esa época tenia una nueva pasión aparte del
karate y del aikido:
la guitarra. Él me enseño lo básico. Cabe mencionar que éll tocaba bien
la guitarra. Se encargó de hacer una banda, de conseguir amigos que tocaran. Y
toqué con él por primera vez en publico. Fue mágico. De verdad que fue mágico.
Recuerdo ese toque como si fuera ayer. Ahí empezó mi carrera como musico.
Entré a la Escuela de Música con un buen colchón de acordes y algo de teoría. Y
si quieren adivinar... sólo fue un par de veces a verme en los recitales de
guitarra clásica; en el de jazz, fue al primer toque y nunca mas.
Y
así, cuando ya más o menos estaba establecido, él se fue a Costa Rica; después
a Arizona; y más tarde a El Salvador. Nos dejamos de ver casi dos años. Cuando
nos volvimos ver fue en El Salvador. Es fácil seguir la vida de él
durante esos diez años. Pueden hecerse una idea general en cualquier parte de
la web. Nada mas es buscar “Rafael Menjivar Ochoa”. De las cosas que pasaron
durante esos diez años, unas las viví en primera fila, durante los 3 años que
viví con él. Y otras las leí en segunda, desde México.
Cuando
me dijo que tenía cáncer sentí algo en el estómago. Pensé en maldecir a los dioses
o algo asi, pero él estaba calmado. Demasiado calmado. Y después, todo lo
demás.
El
primero de agosto soñé con él, con sus cachetotes y la barba. Me preguntó qué
quería y yo le contesté que un abrazo. Me dio un abrazo, así como el los daba
él, cortos y fuertes. Sentí su olor y sus brazos durante un momento. Después me
dijo que tenia que trabajar y se puso a arreglar un reloj. Fue un buen sueño.
Pensé en quedarme con eso sólo para mí. Pero los sueños se olvidan y quiero
algún día ver este escrito y saber que fue real.
Extraño
a mi amigo.